martes, 20 de agosto de 2013

La leyenda Bolt

Por Lemay Padrón Oliveros 

Ya era la máxima figura del atletismo en la última década, pero con lo sumado en el Mundial de Moscú-2013, el jamaicano Usain Bolt sencillamente entró en la categoría de leyendas, por si no estaba ya luego de su actuación en los Juegos Olímpicos de Londres-2012.
Pero en la capital británica fue eclipsado en parte por el nadador estadounidense Michael Phelps, quien se convirtió en el máximo ganador de títulos en la historia de las justas cuatrienales.
Ahora todos los reflectores estaban sobre él, y una vez más no falló y además de recuperar el trono de los 100 metros planos, volvió a imponerse en 200 y el relevo, para, con esa zancada terrible, elevar a ocho el total de oros mundiales, junto a dos platas, y aventajar cualitativamente a una leyenda como Carl Lewis y su colega Allyson Felix (8-1-1).
Hasta se dio el lujo de parar una misa en su país natal, porque los parroquianos querían ver la final del hectómetro. “Dios, lo siento”, escribió luego en su cuenta de twitter al enterarse del suceso. Por cierto, ese día dio la vuelta al mundo una instantánea en la que se le veía cruzar la meta con un rayo sobre su cabeza…hasta la naturaleza es su cómplice.
Rivales van, rivales vienen, pero el Rayo caribeño solamente pierde con uno: él mismo, aunque no esta vez. A sus 27 años, parece que a Bolt todavía le queda bastante gasolina para seguir subiendo el listón, tomando en cuenta que varios de los mejores velocistas de este Mundial superan ya los 30 años y siguen en forma.
Para él será sobre todo un reto psicológico, porque hasta los grandes se cansan de ganar, y si lo hacen tan inobjetablemente como él corren el riesgo de descuidar los entrenamientos por falta de motivación.
Los simples mortales que cohabitamos con él en este planeta no podemos desear menos que dure más y gane más, al menos a mí no me aburre verlo festejar carrera tras carrera, siempre como si fuese la primera.
Con tantos escándalos por dopaje en todos los confines, es muy reconfortante ver a alguien que sencillamente es un superdotado y no necesita de sustancias prohibidas para llegar al cielo, mucho menos de una escalera grande; con sus propias piernas se acerca cada vez más.

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