Concluida la actuación cubana en la Copa Mundial de ajedrez, una mezcla de alegrías y sinsabores aparece en los fanáticos del juego ciencia.
La alegría fue en la primera ronda, cuando Isam Ortiz dio la primera gran sorpresa del certamen al eliminar a la húngara Yudit Polgar, pero desgraciadamente duró poco, porque en su siguiente salida le pusieron los pies sobre la tierra.
De cualquier manera, para Isam haber sobrevivido a ese primer escollo clasifica entre las cosas más grandes que ha logrado en el mundo de los trebejos.
Por su parte, Lázaro Bruzón también salió con vida del primer oponente, pero sucumbió ante el segundo. No obstante, la calidad del contrincante, el azerí Teimour Radjabov, un asiduo sobre los dos mil 700 puntos de Elo, hacía presagiar una ardua batalla, y el nuestro cayó con las botas puestas, en las partidas de desempate.
Finalmente Leinier Domínguez fue quien más avanzó, luego de imponerse a un rival fácil como el egipcio Essam El Gindy en su primer compromiso y al peligroso estadounidense Alexander Onischuk en el segundo, pero tropezó en la tercera vuelta con el francés Maxime Vachier-Lagrave, el mismo que eliminó a Isam.
En el caso del güinero, llegaba invicto al duelo con el galo, pero cayó en su primer pleito con piezas negras, y luego no pudo aprovechar su oportunidad con trebejos claros para igualar el match. En ese primer cotejo el cubano salió muy mal parado de la apertura, con tres peones en fila luego de la jugada 23 y el rey mal protegido en la casilla c8, y de ahí en adelante todo fue cuesta abajo.
Vachier-Lagrave es también un habitual sobre los dos mil 700 puntos de Elo, pero se esperaba más de Leinier, sobre todo luego de escalar hasta esa inédita posición 12 del mundo, pues ahora quedó apenas entre los primeros 32, y con algunas ausencias notables incluidas.
Sin ser mala ni mucho menos, porque a este nivel todos ganan y pierden entre sí, salvo los pocos elegidos que se ven por encima del resto (Carlsen, Anand y Topalov), la actuación queda por debajo de las expectativas. Ese es el precio de lograr algo tan importante en los meses anteriores.
Tromso no será un escenario para recordar en el ajedrez cubano, pero tampoco entra en el capítulo de las decepciones.
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