Si alguien tiene todavía deseos de pronosticar, ahí se los dejo, porque estoy seguro de que nadie, absolutamente nadie, pensó que esta sería a final de la Serie Nacional número 54.
La Isla seguramente no estaba en los
pronósticos de ninguno, quizás ni siquiera para avanzar a la segunda fase por
delante de dos llamados Grandes como Villa Clara y Santiago de Cuba, pero, cumplido
ese paso, poco a poco siguieron escalando posiciones y se colaron en
semifinales, luego de dejar en la cuneta a los otros dos históricos de la
pelota cubana: Industriales y Pinar del Río.
En semis
nadie los dio favoritos contra Matanzas, pero de nuevo hicieron la gracia, con
ese juego alegre y distendido que les permite hacer borrón y cuenta nueva y
asumir cada partido como si fuera el último, listos para jugarse el pellejo en
cada jugada.
Ciego ya
sabe lo que es ser campeón de Cuba, pero tras una campaña en la cual no pasó ni
siquiera a la segunda fase, pocos deben haberlo colocado como finalista. La
perfecta elección de los refuerzos, y el cambio oportuno de alguno cuando no
rindió, fue clave para que los Tigres fueran el mejor equipo de 2015.
Llega
ahora la final, y para cualquier especialista son los aviileños los favoritos,
porque tienen la mejor novena, pero con estos Piratas se ha visto que es muy
difícil dar pronósticos. Se han creído, y en serio, que pueden coronarse, y no
se sabe si alguien les puede sacar esa idea de la cabeza.
Deben ser
juegos de mucha estrategia si el pitcheo isleño aguanta a los inspirados
Tigres, que tratarán de sacar las garras afiladas ante los abridores rivales
para que no tengan opciones de encaramarse al box Danny Aguilera y Héctor
Mendoza con el juego pegado.
Supuestamente
los lanzadores de Ciego deben tener entre ceja y ceja a un solo hombre, Michel
Enríquez; pero cuidado, van a tener que dominarlo bien, porque sus compañeros
demostraron que aún con machucones o errores del rival, el solo hecho de verlo
anclar en la primera almohadilla ya es acicate suficiente como para levantarlos
a todos y mandarlos al abordaje.
Roger
Machado va a tener que reconvertir a los suyos en Tigres de los siete mares,
como aquella añeja película de piratas y corsarios, a ver si hunde el catamarán
isleño.
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