jueves, 9 de octubre de 2014

Guapería barata

Por Lemay Padrón Oliveros 

Se ha machacado bastante en este inicio de campeonato, pero viendo lo que sigue sucediendo en nuestra pelota, lamentablemente, no pude agotarse el tema de la disciplina en los estadios, sobre todo dentro del terreno, porque incluso la que se da fuera muchas veces es promovida por hechos acontecidos en el diamante.
En este último aspecto, vale recordar que ni directores ni jugadores deben dirigirse a las gradas para conminarlas a pronunciarse cuando están en desacuerdo con una decisión arbitral o contrarrestar un cántico negativo de los aficionados rivales.
Dentro de las líneas de primera y tercera, donde se da el espectáculo, no hay por qué protagonizar actitudes antideportivas.
Para quienes han visto por estos días la postemporada de las Grandes Ligas habrá resultado llamativo que prácticamente no se protestan strikes o bolas, quietos o outs. No son angelitos, que quede claro, cuando se exaltan los ánimos, se exaltan de verdad y los bancos quedan vacíos, pero eso ocurre cuando hay (o se interpreta que hay) una agresión, y siempre, siempre, hay consecuencias para los principales involucrados.
Llamo la atención de esto porque en definitiva los principales perjudicados son en primer lugar los propios peloteros. Se apreció el otro día cuando el cerrador Yaisel Sierra se fue de pitcheo luego que el árbitro principal le cantara balk por demorarse demasiado. No hubo protesta ni una manifestación evidente de descontento, como debe ser, pero Sierra perdió la concentración y fue bateado como no es costumbre.
Si vamos a protestar cada lanzamiento dudoso, aquí que la zona de strike se ajusta a criterio de cada árbitro, no tendremos para cuando acabar.
En esto tienen un gran peso los directores de equipo, porque la cultura del respeto que sean capaces de inculcar a sus pupilos marcará su actitud ante cada posible situación dudosa.
Cada persona tiene su estilo para dirigir, pero no se puede olvidar que los peloteros, como los hijos, se fijan en lo que hacen sus padres y si estos están alterados, pueden trasmitirle ese estado de ánimo y provocar un incidente desagradable.
El deporte, cuando se siente de verdad, se juega con la sangre caliente, pero esta no debe llegar al río. La guapería barata no lleva a nada.

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