Por Lemay
Padrón Oliveros
Es
inconcebible que un evento deportivo que se respete no tenga oficialmente su
fecha de comienzo, a menos de dos meses de su supuesto arranque.
Así
sucede con la venidera Serie Nacional de béisbol, que casi todos los años sufre
del mismo mal. En la pasada campaña fue peor, porque además de la fecha
“secreta”, un equipo dejó de existir luego de haberse preparado durante varias
semanas a la expectativa de si se mantenía o no en Series Nacionales.
Este
proceder de la Comisión Nacional
no puede menos que preocupar, porque afecta a miles de personas, desde
entrenadores, peloteros, federativos, periodistas y familiares, hasta los
seguidores de la pelota en general, todos envueltos en una incertidumbre sin
sentido.
Los
grandes eventos deportivos del mundo, y el Campeonato cubano no puede aspirar a
ser menos, se organizan con al menos un año de antelación, y solamente se deja
para última hora (unos seis meses antes, no menos), el sorteo para definir el
calendario, o el calendario propiamente, si no se necesita una lotería.
Aquí, que
no suben y bajan equipos de una división a otra, o sea, que son siempre los
mismos conjuntos y básicamente en los mismos estadios, no puede entenderse la
postergación sin límite del anuncio oficial del comienzo de las hostilidades.
De eso
depende en gran medida la planificación del entrenamiento, porque algunas
novenas tienen como meta avanzar a la segunda ronda, pero otras aspiran en
serio al trono, y de una meta a otra hay meses de diferencia, y por ende,
dosificación diferente de las cargas.
Además,
en el caso cubano otros deportes se ven afectados por culpa de la pelota,
porque prefieren adecuar su calendario al momento en el cual el torneo
beisbolero no esté en su pico de emoción, para aspirar a una cobertura digna de
la prensa y un respaldo más caluroso de los aficionados. El fútbol y el
baloncesto han sentido en carne propia lo que es discutir el título más
importante a nivel doméstico y verse fuera de los grandes titulares mediáticos,
o con las gradas semivacías.
Por
respeto a esas miles de personas no puede dilatarse tanto un anuncio que, es
cierto, implica un gran movimiento de recursos económicos, pero solamente por
la fuerza de la costumbre luego de más de 50 años de certámenes similares,
debería salir solo.
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